Este artículo forma parte de un libro coordinado por Silvio Mattoni y Anahí Mallol titulado La poesía como transterritorio.

La literatura digital y en particular, la e-poetry dan lugar a obras consideradas tecnopoéticas (Kozak, 2015), en la medida en que nacen en soporte digital (“born digital”) (Hayles, 2008) y experimentan con nuevas tecnologías de la palabra de forma crítica, subrayando el carácter material de la letra y sus vínculos con la tradición de la poesía visual. Teniendo en cuenta esta breve definición, en este trabajo exponemos la forma en que la literatura digital utiliza la traducción expandida, siguiendo los aportes al posmodernismo de Krauss (2002), esto es, ya no ceñida a lenguas nacionales traducibles verbalmente en un sistema inter-nacional occidental (Casanova, 2001), sino como decodificación de distintos lenguajes cifrados mediante el uso experimental de máquinas de escritura (Hayles, 2002), construyendo su poética en base a otras materialidades: la voz, la pantalla, la interacción, los sonidos, la imagen, el código. Este uso de la traducción expandida supone dejar atrás la hegemonía de la relación entre la literatura impresa escrita en lengua nacional y la idea de Nación como territorio fundante de una imaginación común con una soberanía limitante y homogeneizadora. En cambio, en este trabajo analizamos en especial cómo la poesía digital se inscribe en un territorio que hemos categorizado como interzonal, al corroerse los lazos con una pertenencia de lengua nacional y desplazarse hacia lenguajes intermediales, a partir de los cuales una misma obra re-produce el poema traducido distintivamente en imágenes, música, movimiento, código, etc. Se trata de una disemiNación de la poesía en el ciberespacio, apelando al concepto de Bhabha (2010) cuando explica la dualidad en la que los bienes culturales son producidos desde los márgenes ambivalentes de las acciones locales y las globales. El corpus analizado se compondrá de tres trabajos de poesía digital: “Ros(z)a” de José Aburto, “Sabotaje retroexistencial” de Belén Gache y “Códigos” de Milton Läufer.